jueves, 8 de mayo de 2014

Cazadores

David Narza




"Atisbó nuevamente el follaje que le rodeaba. Las sombras se sucedían en matices desordenados ante la luz de la linterna que probablemente le dejaría sumido en la más profunda oscuridad. Intentó dar otro paso, más sus pies se negaron a avanzar. Realmente no deseaba alejarse del árbol en el que estaba trepado desde hacía unos minutos y cuyo rústico tronco sentía a sus espaldas. Por un instante pensó que realmente no había sido buena idea ir de expedición a esos parajes. Pero al fin y al cabo era una jornada más de cacería. No era la primera vez que se entregaba a empresas temerarias como aquella, y las conductas temerarias eran lo que más le caracterizaba. En sus tiempos de estudiante se introdujo a la vieja lavandería de la escuela sólo para saber si era cierto lo que decían todos sus compañeros de clase: que estaba embrujada, pero en el lugar sólo le recibió el rancio olor a ropa vieja y de algún desinfectante añejo, dos ratas enormes que se colaron rápidamente entre los desvencijados restos de las lavadoras fueron los únicos seres que vio en el lugar. Por otra parte, siempre habia sido un cazador experimentado.  Le era imposible enumerar la cantidad de animales que habían sido víctimas del humeante cañón de su escopeta y cualquiera de sus amigos podría dar fe de su destreza a la hora de poner un pie en la montaña. No obstante…
Nuevamente llegó a sus oídos aquel sonido. Sujetó fuertemente el Remintong entre sus brazos disponiéndose a apuntar a la oscuridad mientras la luz de la linterna se agitaba convulsa entre la mano que precariamente la sujetaba junto a la base del cañón.  Un sudor helado recorrió su espalda. Aún no sabía como de pronto se había encontrado en medio de toda aquella maraña de vegetación. Podía asegurar que al momento de subirse al árbol se hallaba ante una planicie surcada por algunos arbustos en el verdoso pastizal  y su posición le permitía divisar lo que hubiere por allí y que pudiese ser enfocado a través de la mira de su rifle, reconocía que había dormitado un poco hasta ser despertado por lo que le pareció un débil resuello, para entonces ya la penumbra se había cernido en el lugar. A su derecha el sonido de una rama que se quebraba le sobresaltó. Hizo acopio de todo su valor para no volverse corriendo y trepar al árbol, comprendía que de hacerlo, por breves segundos sería vulnerable a lo que sea que estuviese acechándole. Debía tratarse de un gran animal, pero, ¿por lo general estos no rehuían la presencia humana? Su pericia de cazador se lo había demostrado más de una vez. Y antes de convertirse en uno, ya conocía sobre el tema, o al menos eso había visto más de una vez en esas series de televisión que colocaban en Discovery o Animal Planet, realmente no era tan fanático a tales documentales, pero siendo niño era lo que su padre sintonizaba en la televisión cuando se encontraba en casa. Pero no era esto lo que estaba ocurriendo, aquel resuello se oía cada vez mas cerca. Sólo ahora se percató de otro detalle, tratándose de un animal grande, ¿no se supone que debían oírse sus pesados pasos entre la vegetación? Aquella rama quebrada era lo único que podía asociar con el caminar de un animal. Una ola de pánico le hizo estremecer convirtiéndose en un temblor entre los brazos que sostenían el Remintong. La linterna cayó al suelo apagándose inmediatamente. Sin dejar de apuntar hacia donde había oído romper la rama, se agachó para buscarla a tientas, entonces volvió a oírse aquel resuello, esta vez muy cerca. Casi podría decirse que sentía en su cara el aliento de aquel “animal”. Continuó tanteando desesperadamente en el suelo hasta que sus dedos dieron con el cuerpo metalizado de la linterna. El sonido había cobrado intensidad, definitivamente estaba mucho más cerca, de pronto sintió que algo cruzaba el aire a una vertiginosa velocidad y a pocos centímetros de su cabeza para aterrizar del otro lado con un sonido increíblemente amortiguado, el resoplo se oyó ahora en esa dirección. Se pegó al tronco del árbol muerto de pavor. Buscó desesperadamente el encendedor de la linterna y después de tres infructuosos intentos el artefacto volvió a emitir su luz. Presintió como la cosa se aprestaba para saltar nuevamente, quizás esta vez con el movimiento definitivo. Dirigió el haz hacia donde creía se hallaba la criatura, tratando dificultosamente de apuntar el Remintong. Pero ya la cosa iba hacia él. La luz de la linterna sólo le mostró un pedazo de la más negra obscuridad en la que, lo que le pareció unos ojos inyectados en dos llamas de fuego, le miraron furiosamente y ya no supo más de sí."



Con este preludio comienza la nueva aventura de autor David Narza, quien pretende introducirnos en el pellejo de unos cazadores que se tropezarán con el extraño misterio que envuelve al pequeño pueblo de Olami , una localidad remota y que duerme bajo la perenne presencia de majestuosas montañas. Como puede apreciarse, esta obra estará inmersa en el más puro ámbito de la ciencia ficción. Estaremos pendientes de su evolución hasta tener el trabajo ya enteramente terminado en nuestras manos.




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