"Un Encuentro Cercano
– Maldición. Te dije que te apresuraras con eso
– gritó la chica malhumorada – hace una hora que debíamos tener el equipo a
punto.
– Hago lo que puedo. No sirvo para este tipo de cosas.
Un
hombre algo obeso trastabillaba unos pasos detrás de la muchacha con una cámara
en una mano y el engorroso trípode en la otra. Iban subiendo por una pendiente
desde cuyo borde se tenía una excelente vista de la planicie que había más
adelante. Samantha, una joven de unos veintiocho años, de tez blanca y cabellos
rojizos oteaba alrededor con los prismáticos que llevaba colgados del cuello.
La luz del sol comenzaba a caer de su cenit y se disponía a recorrer el
monótono camino de la tarde.
– Si no estamos allí dentro de los siguientes
minutos nos habremos perdido de algo importante – expresó Samantha a viva voz.
– Hemos venido aquí una y otra vez y no hemos
visto nada. Bueno, sólo aquel perro perdido. Me pregunto si habrá encontrado su
hogar. ¿Sabes? Pienso que pudo haberse escapado de alguna granja cercana o
quizás sus dueños condujeron hasta aquí y lo abandonaron. De cualquier forma,
no es el mejor tratamiento para un animal.
Samantha
observaba el cielo haciendo caso omiso de las murmuraciones de Jorge, su
compañero. Continuaron ascendiendo hasta llegar a la cima de la colina. La
chica fue la primera en llegar y se detuvo en el borde para dedicarse a
inspeccionar el horizonte. Los prismáticos mostraron palmo a palmo el panorama
representado por las lejanas montañas que bordeaban aquel extenso paraje árido.
En el centro de todo aquello ser observaba un pequeño valle que pretendía
ocultarse entre unas escasas colinas que lo habrían hecho invisible desde
cualquier otro sitio mas no desde el lugar donde se encontraban ella y Jorge.
– Y también está aquella extraña nube que no
terminó siendo otra cosa que una nube. Aparte de eso no hemos visto nada más.
¿Crees que sea buena idea seguir con esto?
Mientras
hablaba Jorge hacía esfuerzos por terminar de llegar a la cima con el equipo.
– Oye, puedes renunciar si quieres, pero yo no
lo haré sin antes demostrar que mi padre dijo la verdad.
– Pues yo creo que dijo la verdad ¿No te parece
suficiente?
– Jorge, Jorge – Samantha se volvió al hombre
con aire consolador – No es sólo que tu o mis amigos lo crean, se trata de que
su experiencia también sea creída por la opinión pública o al menos por una
parte importante de ella.
– Pero tu padre no le dio tanta importancia al
asunto. Él sólo contó que vino aquí…
– Y vio ese objeto – atajó la chica. – Y si él vio algo en este lugar significa que
este sitio es propicio para ese tipo de cosas.
– Pero ya hemos venido…
– ¡Maldición! Ya se que hemos venido haciendo
esto sin observar nada – estalló Samantha malhumorada – pero mientras más lo hagamos más posibilidades
tendremos de ver algo.
– Bien. Si tú lo dices…
Jorge
se sentó pesadamente en una roca que había junto al borde y colocó las cosas a
un lado. La chica tomó los binoculares una vez más y continuó su minucioso
examen. El calor del día se había hecho intolerable aunque era Jorge el único que
parecía sentirlo. Sacó un pañuelo y comenzó a secarse el copioso sudor que
recorría su enrojecido rostro, sin embargo, sus cuidados no duraron mucho pues
la fulminante mirada de Samantha le hizo desistir.
– Está bien, esta bien, ya lo dispongo.
Se
levantó tomando el trípode. Dio unos pasos alrededor hasta encontrar el lugar
más apropiado para colocarlo y poco después ajustaba la cámara al artilugio. Samantha
continuaba concentrada en su observación. Jorge ajustó el visor hacia un lugar
cercano al pequeño valle. No obstante, algo llamó su atención. Dejó de
manipular la cámara arrobado ante la visión que acababa de aparecer sobre el
valle.
– Creo que eso no es una nube – dijo señalando
hacia el lugar.
Samantha,
que en ese momento observaba hacia otra dirección giró sobre sus talones
sobresaltada.
– ¿Que dices? ¿Qué has visto?
Inmediatamente
la muchacha enfocó los binoculares hacia el sitio que señalaba Jorge. Contuvo
el aliento en el acto. Lo que parecía ser una especie de objeto volador estaba
descendiendo sobre la depresión protegida por las colinas.
– ¿Estas grabando eso? – gritó a su compañero desesperada
por la emoción. Este se apresuró a ajustar la cámara, pero no tardó en lamentarse
con pesar para sus adentros.
– Creo que hay un ligero problema – dijo con
desgana.
– ¿Cómo que hay un problema? ¿Qué quieres decir?
– Es sólo que…
me olvidé la memoria en el camión.
– ¿Como se te ocurre olvidarte de algo así,
pedazo de tonto?
La
muchacha arrojó los binoculares y tomó a Jorge de la camisa en un acceso de ira
que difícilmente podría controlar. El hombre hizo lo posible por librarse de
las amenazadoras manos que rasgaban su blusa. No obstante, la chica se volvió
con violencia y tomó nuevamente los prismáticos para observar la cosa que continuaba
descendiendo. Jorge retornó a sentarse sobre la roca para recuperarse del
ataque que acababa de sufrir.
– Debemos llegar hasta allí – gritó Samantha apresurada
ahora por dejar la colina.
Jorge
apenas tuvo tiempo de desinstalar la cámara del trípode antes de que la chica la
tomara y se pusiera en marcha a la carrera.
– Vamos, no tenemos todo el día – le gritó."
Tenemos aquí un
fragmento de uno de los capítulos de la novela ya publicada del autor David
Narza. Si eres amante del género de los alienígenas, ufólogos y esas cosas,
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muy linda prosa felicidades
ResponderEliminarGracias, cariño...
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